Postergar los sueños, aquello que nos mueve y nos hace levantar con ganas cada día puede tener consecuencias positivas: cuando menos los esperamos vuelven para recordarnos que no se extinguieron, que están ahí agazapados esperando brillar, sólo tenemos que animarnos a encender las luces.
Era muy pequeña cuando empezó a vincularse de manera tangible con la música. El piano sentó las bases de un amor que, al principio, la frustraba pero al que volvería mucho tiempo después con las herramientas necesarias para vivirlo y explotarlo de lleno. Sus raíces son cordobesas y no niega que el negocio de la música se maneja con una vara demasiado alta a la que no pueden llegar la mayoría de los artistas pero jamás se dio el lujo de bajar los brazos y dar por perdida la jugada. En el episodio de hoy conversamos con Pamela Rudy, una artista que logra con sus canciones acortar las distancias en un contexto en el que imperan las diferencias y la virtualidad.
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Momentos destacados de la charla
Todo esto lo vamos a ver en retrospectiva, no lo vamos a ver ahora. Van a pasar muchos años, van a pasar muchas modas, para que miremos atrás y encontremos lo que estamos buscando. Porque así son los procesos históricos. A mí me pasa que me gustan Manal, Pappo’s Blues y Color Humano… y andá a encontrar una mujer ahí! Son las bandas de ahora las que van a construir ese futuro y abrir esos caminos. El año pasado, cuando salió la ley, se hablaba de ‘no es que no se escuchan mujeres porque no hay espacios, no se escuchan porque no hay mujeres haciendo música’. Y yo decía, hermano… estás equivocadísimo. Esperá un poco y vas a ver, porque estamos todas haciendo música hace mucho, metiéndole con todo, con proyectos ultraprofesionales. Faltaban los espacios y esos oídos abiertos.
Yo creo que hay una gran comunidad. Mi relación con mis colegas es la mejor, siempre. Y desde el vamos. Me parece que hay un vínculo más allá de que no nos conozcamos. Eso lo noté. Hay una unión generacional, hay una buena onda increíble. Estamos todas juntas en la misma y hay un sentido de comunión hermosa, y un sentido de competitividad cero. Yo noto que estamos todas remando para el mismo lado y dándonos una mano. No lo veo tanto en algunos ámbitos de bandas masculinas, honestamente.
Siento que somos un millón de bandas queriendo formar parte de la industria, y la industria dándonos la espalda. Es muy difícil acceder. Hay muchas condiciones que, por ahí, desestiman el trabajo. A mí me pasó que quería cambiar de distribuidora musical y la única forma de acceder a una distribuidora mejor a la que tenía era teniendo determinada cantidad de escuchas en Spotify. Y yo no la tenía y eso me bajoneó. Por ahí son números, pero la industria se mide así. Todo eso se frivoliza y por ahí no tiene en cuenta la cantidad de trabajo que una le pone a las cosas, lo mucho que nos cuesta. Yo tengo un trabajo para sostener la música. Todas esas cosas la industria no la está viendo. Es una industria que nos exige estar en el spotlight: estar en el momento indicado, en el lugar indicado y rodeado de las personas indicadas. Y si no, no cuenta.