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Llegando al nuevo siglo, y con mayor crudeza que en sus discos anteriores, Andrés Calamaro lanza su «Honestidad brutal». «Los aviones».
Buenos Aires, año 1999
Andrés Calamaro está en su máximo pico creativo. Publica 140 canciones entre sus discos “Honestidad Brutal“ (doble) y “El Salmón” (quíntuple). Marcelo ‘Cuino’ Scornik, su histórico socio en la composición, coautor de canciones como ‘Mil horas’ y ‘Estadio Azteca’, lo explica: “Lo de Andrés siempre es así: 20 temas salen de 60 o 70; los 37 de ‘Honestidad Brutal’ salen de más de 100; y 103 que son los de ‘El Salmón’ salieron de 500 o 600. Componíamos las canciones, las grabábamos y las mezclábamos, todo en el mismo momento”.
“’Honestidad Brutal’ es la hoja de diagnóstico de un tipo bien acompañado pero cantando a solas, variando y desvariando sobre un mismo tema: el descubrimiento o la invención de la soledad como socio del silencio, con la autoridad del dolor y el ambiguo orgullo que da sentirse el primero en contraer el virus” revelaba Andrés cuando salió el disco.
Las canciones de este disco fueron escritas y grabadas a lo largo de nueve meses, en diferentes ciudades del mundo a las que viajaba Andrés durante la presentación de “Alta suciedad”, y luego terminadas y mezcladas en varios estudios. “Comencé a escribir canciones y me salieron, casi sin proponer, más de 100. Sin embargo, tras un breve período de madurez, tan sólo pude terminar las 37 que componen mi nuevo disco” parece ironizar Calamaro cuando dice “sólo pude terminar 37”.
Para la discográfica Warner fue un dolor de cabeza la previa de “Honestidad Brutal”. Le rogaban que hiciera un disco simple, como “Alta suciedad” que había vendido medio millón de placas, pero Andrés seguía componiendo, grabando y mezclando, de ciudad en ciudad, de estudio en estudio, y a la compañía eso lo costaba una fortuna. Finalmente el músico se puso firme y exigió editar un disco doble, tal como sucedió.
El quinto corte es “Los aviones”, que se empezó a grabar en Buenos Aires, en el Hotel Plaza Francia, búnker elegido por Andrés, donde pasaban eternas jornadas de grabaciones con sus músicos y amigos. Luego se agregaron en Nueva York las guitarras de Marc Ribot, músico que tocó con Tom Waits, Elvis Costello y Caetano Veloso, entre otros, quien le puso sin duda su sello al sonido de la canción, que fue mezclada en esa ciudad estadounidense.
Explicaba el autor: “Es una canción especial, parece una bossa nova. Está grabada sin amplificadores siquiera. Con unos pocos micrófonos y un DAT, desoyendo incluso nuestros propios discursos respecto a grabar. Esta canción es una de las últimas, de la quinta época, entre la 90 y la 100 de la lista. Ese fin de semana grabamos sin parar. Nos escribimos canciones entre nosotros, dedicadas a nosotros. Tiene sonido de infancia. Año 1969. Una canción muy Di Tella” (se refiere al Instituto Di Tella, célebre espacio artístico-creativo de los años 70).
La letra es un buen resumen del momento personal de Andrés. Los aviones son protagonistas de sus múltiples viajes durante las giras, y más de una letra habrá sido escrita a 10.000 pies de altura; el insomnio es una de las enfermedades recurrentes del músico: ”Es tarde, se hizo de día, quiero dormir y soñar con ella…”; y la soledad está presente casi en una súplica: “No quiero que se termine, no quiero que me abandones…voy a hacer cualquier cosa que me digas”.
Excelente canción de uno de los músicos más prolíficos del rock nacional.
Ficha técnica:
Autor: Andrés Calamaro
Intérprete: Andrés Calamaro
Algunos músicos del álbum: Andrés Calamaro (voz y teclados), Ciro Fogliatta (teclados), Gringui Herrera (guitarra), Guillermo Martín (guitarra), Candy Caramelo (bajo) y José ‘El Niño’ Bruno (batería).
Álbum: Honestidad brutal (1999)
Duración: 4 min. 25 seg.