El lado B de su carrera musical arrancó de manera solista, con mayores libertades para experimentar a nivel compositivo y conservando la energía de su voz y la fuerza que trasmite en los escenarios. Su pasión por el canto se despertó cuando era muy chica en el coro de la Iglesia y por las grandes influencias musicales heredadas de su familia. Hoy es una de las figuras más representativas de la escena femenina rockera. En este nuevo episodio hablamos con Leticia Lee y conocemos las múltiples facetas de una artista que supo reinventarse y armar su propio camino con vehemencia y convicción.
Descargá el audio en mp3
Suscribite al podcast: Spotify / Google Podcast / Apple Podcast / RSS
Momentos destacados de la charla
Para mí, cambió mucho. Obviamente no cambió en la parte social, hasta es peor: ahí sí está declarada la guerra y mueren más mujeres. todavía. Parece a propósito. Pero en cuestión musical, me parece que ha cambiado muchísimo. Será porque es mi ambiente, pero me canso de ver músicas recontra talentosas, cruzarmelas en el escenario, verlas en las redes. Hay millares de guitarristas muy buenas y compositoras, y cantantes. No sé, para mí está lleno de músicas, instrumentistas, de todo. Por ahí porque yo nunca tuve ninguna dificultad con el lugar… Sí tuve dificultad con tener bandas de hombres y que me haya pasado, entre comillas, violencia de género. Lo pasé, seguro. Por ahí en muchas ocasiones no me debo haber dado cuenta, porque en mi inocencia para mí somos todos iguales. Las naturalizás, pero por ahí no las viví así tan zarpado. Sí viví algo feo en una banda, que fue traumático para mí, y que en el momento no entendí que era violencia de género y que hoy lo veo y digo, wow, si esto hubiera pasado y yo hubiera salido a hablar, no tocan más esto pibes.
Ojalá que vaya cambiando. Yo creo que igual fue cambiando un a poco en los escenarios. Sí, obviamente, siento que podría ser más, todavía. Y que no tendríamos que obligar a los festivales a que haya un 30%. Me parece que estaría bueno que eso ya no tenga que ser una obligación, sino algo que tiene que estar, básicamente.
Yo era una chica muy particular cuando era chiquita. Era una nena demasiado flaquita, tenía anteojos, no era muy femenina. La verdad, me empecé a hacer un poco más femenina con el tiempo. Siempre me gustaba subirme a los árboles, tirarme por ahí. No era salvaje ni inquieta, pero me gustaba más lo que hacían los nenes que lo que hacían las nenas. Me hacían mucho bullying. Una vuelta me tiraron del colectivo, que casi me hago mierda los anteojos. Tengo un par de de cosas en mi cajita que no están buenas. No sé, a mí me gusta también mucho leer y si estaba sola me iba a un rincón a leer, me pateaban el libro, «cuatro ojos», todo así. Me molestaban y ni me molestaban y me molestaban… Ya cuando fui más grande es como que me ganó el cansancio y me cagaba de la risa, hasta que en un momento muchos de los que me jodían terminamos siendo amigos, porque por lo menos en el final de la primaria y principios de la secundaria, tenía más amigos que amigas. En realidad, es como que con las mujeres me costó muchísimo llevarme bien. Me empecé a llevar bien de muy grande, hace pocos años.
Yo creo que se tiene que tener el ego para vivir, básicamente. Para que no venga otro ser humano y te pase con un tractor por arriba. El ego normal de una persona normal. Yo siempre pongo esta comparación: loco, si vos te la recontra creés porque tocás dos tonitos y entonás… Beethoven qué tenía que hacer? No estoy juzgando, digo que me parece que el músico argentino padece tanto para tener un lugar, quizás un reconocimiento o un prestigio, que hace que vayan a los codazos. Que esto es una competencia y el que llega, llega porque pisó a tal y codeó a tal y llegó. Pasa un poco por ahí, que no hay tanta oportunidad acá, porque en la música es muy complicado «llegar», lo que se dice «llegar».