Una de las voces femeninas más importantes e influyentes del jazz, junto a Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald. Nació en Filadelfia y su vida trágica e infeliz contrasta con la dulzura y versatilidad de su voz: Lady Jazz, Billie Holiday.
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Su madre (negra, pobre y sin estudios) trabajó como empleada doméstica y hasta como prostituta. La tuvo con sólo 13 años, en Filadelfia, y quedaba a cargo de familiares, conocidos o vecinos. Cuenta su autobiografía que los únicos momentos de felicidad los vivía frente a una antigua fonola, escuchando Louis Armstrong y a Bessie Smith. Ella también vendió su cuerpo y estuvo presa, hasta que fue contratada para cantar en un cabaret de Harlem, con sólo 16 años. Allí, un productor la fichó para la Columbia y le dio el empujón que su vida artística necesitaba para despegar. Y bien vale la salvedad: la artística únicamente, porque su vida privada siguió siendo tortuosa, marcada por la violencia matrimonial, las drogas y el alcohol. Hasta el final, cuando muere de cirrosis hepática, con arresto domiciliario y sola, en una cama de un hospital. Tenía apenas 44 años.
Esta obra maestra fue grabada por el sello Columbia en febrero de 1958. Tuvo con los años otras ediciones remasterizadas y con algunos bonus tracks. Es el penúltimo disco de Billie, registrado pocos meses antes de su muerte y cuando ya el cuerpo le daba indicios de deterioro. Cuentan incluso que bebía vodka puro dentro del estudio y esa dulzura en la voz había desaparecido tiempo atrás. La orquesta de 40 músicos fue dirigida por Ray Ellis, a cargo también de los arreglos. Y si bien algunos críticos del momento remarcaron el cambio en su voz, con la perspectiva de los años estas grabaciones recobran un matiz sentimental y emocional imposible de soslayar.
Escuchamos “I get along without you very well”, “You’ve changed” y la canción que le da nombre al disco: “Lady in satin”.