Pearl Jam: épica emocional en La Plata

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Poco después de las 21 horas, cuando la voz cavernosa y pregnante de Eddie Vedder se proyecta desde un escenario todavía a oscuras, el Estadio Ciudad de La Plata titila de modo tenso sobre la intro de «Pendulum». Es un comienzo tenue y matizado sobre un piano dramático y la guitarra de Mike McCready, que es acariciada suavemente con el arco de un arpa, como si Pearl Jam estuviera carreteando antes de un largo viaje de tres horas por su historia completa, que en su cuarta visita a la Argentina -y a diez de su memorable debut en Ferro-, atesora acá uno de sus puntos de mayor ebullición.
Después, «Mind your manners» y «Do the dvolution» descomprimen la potencia eléctrica de la banda que, a 25 años de su nacimiento, sigue mostrando una solvencia inapelable: sostenida por la fuerza sobria y marcial de Matt Cameron en batería, la ingeniería de Pearl Jam es simple pero arrolladora, con las guitarras de Stone Gossard y McCready levantando paredes de fuzz, mientras Vedder lo baña todo con su tono de épica victoriosa.
«Tienen una gran ciudad, nuestros corazones desean siempre volver aquí. Gracias por hacernos sentir tan grandes, ahora nuestras vergas están iguales», dice Vedder en un costoso español, antes de tocar una efervescente versión de «Even flow» que McCready termina despedazando con su guitarra enroscada en la nuca. Después, el grupo baja las revoluciones para recordar a John Lennon a 75 años de su nacimiento con una correcta versión de «Imagine» y despierta el recuerdo de los Ramones con una poderosa y celebrada versión de «I believe in miracles».
Con un gran estado físico, a sus 50 años, Vedder -entre tragos de vino tinto, saltos y algunas corridas- ostenta chapa de héroe y siempre se esfuerza por tender lazos con su público. «¡Not one less!», grita ahora con un cartel de «Ni una menos» en la mano. «Con tantas chicas en las vallas en este momento y tanta gente respetándolas, parece que vamos bien», dice, antes de emprender el último tramo de la noche con versiones de «Better man», «Alive» y «Baba O’riley» de los Who, y depositando al show en su clímax. Para el final, una tibia versión a luces encendidas de «Indifference» solo funciona como fade out para musicalizar el éxodo después de una larga noche, pero Vedder y su grupo todavía parecen extasiados, como si pudieran seguir haciéndolo durante un buen rato más.
 

Juan Barbieris (RS)