#MujeresEnElRock Peperina: la mujer que no debía criticar

Según Peperina, la mítica canción de Serú Girán que vio la luz en 1981, Patricia Perea fue una periodista que, despechada, vomitó una dura crítica contra la banda a partir del show que los músicos dieron en octubre de 1979 en el Club Municipal de Alta Córdoba. La crónica pudo leerse en la revista Expreso Imaginario y los artistas atribuyeron que estas duras palabras fueron el desprendimiento de un resentimiento acumulado por parte de la redactora, quien había salido con su manager, Daniel Grinbank, y la relación terminó mal. Al menos, esa fue la visión de Charly García. Pero detrás de esta versión, ¿hay realidad, rencor, o la bronca de un músico que no puede soportar la crítica descarnada de una periodista que se anima a la mordacidad siendo mujer? 

«Romántica, entonaba sus poemas más brillantes, susurrando al oído de mi representante: te amo, te odio, dame más«.

La idea central de la canción podría resumirse en esta frase. Charly veía a Peperina como una mujer que vivía el rock a través de su representante y no como una mujer independiente. Esta idea se refuerza cuando en 1983, en el marco de la presentación de Clics Modernos en el Luna Park, tocó el tema y dijo: «Voy a tocar un tema de una chica que le gustaba ir a habitaciones de moteles, a ver si le daban algo. Y cuando no le daban, se enojaba. Decía ‘ay estos chicos, qué mal que tocan’«.

Eran contradictorios, cantaban canciones de amor, pero no respetaban a la mujer. En el fondo, Peperina es una canción de un machista despechado”, sentenció Patricia un tiempo después. Si nos situamos en tiempo y espacio, podemos considerar esta afirmación como algo demasiado probable. El machismo era entonces mucho más descarnado que hoy y el rol del macho, por más hippie y progresista que fuera, era una rutina a seguir. En este sentido, parece casi lógico que García no pueda soportar una crítica tan contundente por parte de una mujer, para colmo, joven. Pero esto llevó a la pequeña Peperina a dejar el periodismo y licenciarse en filosofía, ya desencantada con el ambiente del rock, que casi cuarenta años después todavía mantiene la fórmula: el escenario es del hombre y la crítica, también.

Peperina del Boca

No me llamaron, no me preguntaron cómo había sido la historia. Hicieron una porquería que nada tiene que ver con la realidad y me deja mal parada. Estaba en la facultad y tuve que dar explicaciones, no era bien visto. Generó problemas en mi actividad laboral, vida familiar, afectiva, fue una cosa espantosa”.

De la mano de Raúl de la Torre e interpretada por Andrea Del Boca, en 1995 se estrenó la película Peperina, un film calificado como semidocumental que muestra a la protagonista de la verdadera historia encarnada por una actriz que la postula como una fan desesperada por asistir a un show, completamente obsesionada con la banda y poco realista respecto a la verdadera historia, donde la mujer no es más que una periodista que no supo ver que luego de relacionarse en la intimidad con el representante de la banda, los músicos no iban a recibir con buena mirada su crítica demasiado arriesgada para ser escrita por una mujer.

«Por mucho tiempo quedé estigmatizada en el personaje Peperina«, dijo Perea, «Hubo personas que se sintieron muy heridas con esa crítica, con el hecho de que una adolescente les dijera la verdad. No les gustó, además, que no quisiera prenderme en la de ellos. Tuve ofertas para meterme en sus historias, pero yo sabía que no iba a terminar bien».

Una mujer que se anima, hoy en día debe cargar con un montón de cruces, y digo cruces porque la carga tiene mucho que ver con todos los pre-conceptos que vienen impuestos al género incluso en estos tiempos, que se remontan a la Biblia y a las más culposas religiones. En los ochenta, esto era más contundente. Plena dictadura militar, derechos recientes en cuanto al voto femenino, poca visibilización de la mujer en todos los ámbitos, lugar para las minas en carácter de groupies y vocalistas pero no de compositoras. Este es el contexto en el que Patricia se vio empujada a cambiar de carrera y a cargar con un estigma que no le correspondía ni le calzaba como querían hacer creer. ¿Por animarse? Por embestir contra la palabra de un gran hombre.

Con los ídolos no

«La crítica a Charly fue por un show en el Municipal. A toda la prensa nos molestó su actitud», cuenta Patricia. «Vi a Serú en Capital. Charly dio un show tranquilo, sin bardo, tocó afinado. Acá venía a chicanearnos, tenía esa cosa petulante», relató. «Se sacó la camisa por la bragueta y la movía como si fuera un pene. Fue el antecedente de cuando se bajó los pantalones«.

Según Patricia Perea, la crítica que fundó por primera vez una relación con muchas más idas y vueltas fue justificada por esto que dice. Leyéndolo, podemos acordar que es probable que haya sido un show para criticar. Así y todo, la prensa – incluso hoy en día – cuando la nombra cuestiona las intenciones de Peperina y la postula como una despechada que no sólo escribió lo que escribió por un desamor, sino que no logró nada porque pese a sus palabras «los Beatles argentinos seguían llenando estadios». Repudiamos la violencia hacia la mujer de todo tipo, ¿pero siempre? ¿O siempre y cuando no nos toquen a un Gran Ídolo?

Peperina por Peperina

«Se llenó y era un día de lluvia. A Charly le mandé uno, dijo que le gustó. No se vendió como esperaba, la verdadera historia no sé si interesaba tanto. Mucha gente cree que la verdad es la película. Yo me muero, el final es así. Me violan, me aplican la picana eléctrica, me llevan en cana. A mí nunca me llevó la policía«.

Peperina por Peperina es el libro que escribió Patricia para responder un poco a la canción y otro poco a la película protagonizada por Del Boca. Si bien Patricia, después de publicarlo, reconoció que no guardaba rencores hacia Charly y que le deseaba lo mejor, e incluso le envió un ejemplar de regalo, que el músico calificó como bueno, también es verdad que en más de una ocasión ha contado que todas estas situaciones casi le cuestan la vida. Creía, hasta antes de morir, que detrás de la película había intereses oscuros, pero no se los adjudicaba a los músicos. No sabemos quiénes fueron los responsables de escracharla de esa manera, pero en esa ocasión, por suerte, contó con la prensa. ¿Por qué ensuciar así a una periodista que sólo ejercía su derecho a criticar un recital? (“Raúl tomó la estructura de la canción, no es una biografía, no tiene nada que ver con la vida real”, dijo Andrea Del Boca en varias entrevistas, casi un chiste para la protagonista original, que jamás fue consultada ni avisada al respecto).

La crítica

¿Duele tanto ser rockero y comparado con Marilyn Monroe?

Rockeros bonitos, educaditos

Tradición rockera: la de postular a la mujer como una wannabe artista sin sensibilidad artística real. Tradición rockera, parte dos: la de responder a periodistas con canciones mordaces. Tradición al cuadrado: una canción en respuesta a la crítica periodística esbozada por una mujer que según el compositor no posee una cualidad artística real.

Peperina II. Gourmet lacaniano

Patricia Perea estuvo internada en un neuropsiquiátrico, por todas las cosas que tuvo que pasar. Su mente iba a estallar, como bien decía. Y de la salud pública, en 2015 en entrevista con el diario La Voz, decía: “Yo he estado en el neuropsiquiátrico provincial. Quiero dejar en claro que en aquel momento tuve una atención excelente. El Neuro, gratuito y todo, era el mejor psiquiátrico de Córdoba. Hoy le pido a algún funcionario que vaya y vea qué está pasando ahora”, dice Perea. “Es muy conocido el dicho que asegura que la calidad de vida de los países se mide por cómo están sus cárceles y sus manicomios. Hoy, el estado del Neuro es calamitoso. Y debe haber muchísimas más personas que cuando yo estuve internada, porque la salud mental, con todo lo que hemos vivido como país, se ha deteriorado en un montón de gente”.

La fama indeseada

Patricia Perea, que falleció en septiembre del año pasado a los 56 años, no quería ser famosa. Al menos, no así. Para alguien que ejercía el periodismo, haber alcanzado una supuesta fama, por completo dañina, basada en una canción que no la describía con fidelidad, habrá sido un golpe tremendo. Como escritora, reconozco que me gustaría que me conozcan por lo que hago, por lo que creo. Quisiera que me nombren y relacionen las letras que conforman mi identidad con las letras que escupe la misma. Lo básico, digamos: que mi arte y mis palabras periodísticas cobren fuerza desde la identidad que me caracteriza y trasciendan más allá de mí. Pero no quisiera que algún día todos me peguen por una nota que no agrada o por un poema que no gusta. Mucho menos que me juzguen y que relacionen lo que hago con la cama en la que alguna vez me haya metido o querido meter.

Entiendo a Peperina. Me llama la atención que tantos años después siga habiendo gente, en el mismo periodismo, que no sepa ver la violencia que esconde la letra de la mítica canción de una de las mejores bandas que han dejado los 70′ en el país.

Te amo, te odio, dame más

Quiero contarles una buena historia
la de una chica que vivió la euforia 
de ser parte del rock 
tomando té de peperina. 
Típicamente mente pueblerina 
no tenía huevos para la oficina 
subterráneo lugar de rutinaria ideología. 
Romántica entonaba los poemas más brillantes 
susurrándo al oído de mil representantes: 
te amo, te odio, dame más. 
Mirando al campo se olvidó del hombre 
mirando al rico se vistió de pobre 
para poder saber lo que chusmeaban las vecinas. 
En su cabeza lleva una bandera 
ella no quiere ser como cualquiera 
ella adora mostrar la paja de la cara ajena 
Y dentro de su cuento ella era cenicienta, 
su príncipe era un hippie de los años sesenta 
te amo, te odio, dame más. 
Trabaja en los recitales, 
vive escribiendo postales 
duerme con los visitantes 
y juega con los locales 
su cuerpo tiene pegada grasa de las capitales. 
Te amo, te odio, dame más 
Te amo, te odio, dame más. 
Te amo, te odio, dame más.

Según García, Patricia Perea vivió en esos años la euforia de ser parte del rock tomando té de Peperina. Para García, Perea no era más que una aspirante sin talento. Pero García compone canciones, no crónicas ni historias de no-ficción. No hay que olvidar que esta canción es una respuesta a algo que no gustó.

Como fiel oyente de Charly, sobre todo de Serú Giran y de Sui Géneris, dudé en el momento de elegir escribir esta nota. Después, desperté. Yo soy mujer y periodista. Soy mujer, periodista y me especializo en géneros: yo ejerzo a diario el derecho a escribir para visibilizar las violencias hacia las mujeres. Este caso, mítico, a veces guardado en un cajón, no puede encontrarme callada ni tibia.

Peperina es una canción que me encanta. La he escuchado hasta el cansancio, la he cantado innumerables veces, la he tenido de nick de MSN y la he compartido cada tanto en alguna que otra red social. Después, supe la historia. Y, vamos, la verdad es que no la pude dejar de escuchar. Lo peor: para mí, esa crítica que Patricia tanto sufrió, tuvo siempre una letra tan hermosa que la protagonista, cuya historia desconocía, se me había vuelto entrañable. Años después, la resignifiqué. Y quise a Peperina, la verdadera, aún más.