Los Guns N' Roses hicieron vibrar al Gigante con su rock inoxidable

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Los Guns N’ Roses pegaron el grito de bienvenida en un Gigante de Arroyito que desbordada pasión. Unas 28 almas recibieron anoche a la banda liderada por Axel Rose en un show que se extendió por dos horas y media, con un repertorio de 23 canciones entre las que hubo muchos de los hits indestructibles.
A la hora señalada, Los Guns dijeron presente. Apenas habían pasado las 21 cuando «It’s so easy» abrió el juego y el fuego de las emociones en un Estadio de Rosario Central que lucía colmado, y donde la gente le ponía calor interno para resistir los vientos fríos de un noviembre atípico.
Mientras Axel calentaba su garganta, Slash volaba con su guitarra y los punteos atravesaban «Chinese Democracy». Pero bastó que lanzara la intro del primer gran hit para que explote la multitud. Era el momento de «Welcome to the jungle» y también el indicador de que la fiesta rockera había comenzado.
Duff McKagan, con musculosa de Motorhead, arrancó cantando «Better», con un ritmo más calmo y al toque llegó «Estranged» para que Axel vuelva a demostrar que estaba en buena forma, y que podía cantar y bailar con su típico pasito noventoso, y hasta cambiar de vestuario y correr de una punta a otra del escenario cuantas veces amerite la ocasión.
«Live and let die», con las luces a pleno, mostró los primeros fuegos artificiales desde el escenario. El clásico que inmortalizó Paul McCartney sonó potente en la voz de Axel, con imágenes en las pantallas en las que convivían armas con calaveras.
Para sorpresa de todos, los acordes de «El padrino» comenzaron a sonar en el Gigante. Era el preludio de «Sweet cild o’mine», otro de los clásicos que no podían faltar en una noche histórica.
Al rato, otro guiño, esta vez al rock de los 70. Primero fue la intro acústica de «Wish you were here», de Pink Floyd, y trascartón llegó un giro melódico hacia «Layla», de Eric Clapton. No podría ser mejor puerta de acceso para la interpretación de «November rain», quizá el lento más icónico de la carrera del grupo.
Con Axel sentado al piano, con sombrero y saco blanco, las pantallas hacían plano detalle en los anillos del líder de la banda, que volvía a demostrar su karma sensible en esta interpretación.
La noche se iba yendo. Y había otro clásico que estaba golpeando las puertas del cielo. «Knockin ‘on heaven’s door» fue quizá ese momento emotivo de alta empatía que el público esperaba para poder cantar a viva voz y soltar esas ganas contenidas de compartir ese instante inolvidable cara a cara con sus ídolos.
Llegó el guiño stone con «Angie» y la bella «Patience» para dar paso a «Paradise City», el tema del broche de oro.
Porque llegaron los fuegos artificiales que iluminaron una noche soñada y esperada por tantos fans, y porque tuvieron que pasar 23 años para que la banda vuelva a hacer pie en Argentina, con la perlita que justo Rosario tenía que ser el punto de partida de este regreso con gloria.
Los Guns N’ Roses pasaron por Arroyito y dejaron la llama del género bien alta. Bienvenido sea el fuego. Y que el rock no se apague nunca.
 

Fuente: La Capital