Ley de Cupo Femenino en festivales: acá estamos, hagan lugar

El 9 y 10 de febrero tuvo lugar una nueva edición de uno de los festivales más convocantes de la industria musical argentina y latinoamericana: el Cosquín Rock. Días antes, su organizador, José Palazzo brindó una entrevista a Martín Castillo del diario Los Andes, en la que dejó entrever su opinión acerca de la ley de cupo femenino en festivales: “lo que planteo es que si yo tuviera que poner el 30%, tal vez no lo podría llenar con artistas talentosas y tendría que llenarlo por cumplir ese cupo. Esas artistas no estarían a la altura del festival y tendría que dejar afuera otro tipo de talentos. Lo único que considero es que la ley tiene que reforzar que la mujer tenga más posibilidades, porque el rock nuestro es muy joven todavía y desgraciadamente la mujer ha tenido un papel distinto”.

En las palabras de Palazzo resaltan dos ideas que sería productivo analizar. La primera es la relación entre las mujeres y el talento. El productor parece estar convencido que no existen artistas mujeres que estén “a la altura del festival”, es decir, que cree que en los aproximadamente 60 años que el rock existe como género, Argentina no produjo ni produce músicas que estén al nivel de sus pares varones. Frente a esto, una podría preguntarse: ¿cuál es el criterio con el que se mide ese talento? ¿Es el talento algo medible, algo que todes podemos distinguir fácilmente? ¿Es algo de sentido común? ¿O es la idea de talento una forma eufemística de nombrar al prejuicio patriarcal o a la incapacidad de ver que lo que entendemos por “rock argentino” o “talento” son construcciones sociales que tienen género, orientación sexual y raza?

No es casual que este año haya sido la primera vez en 30 años, que la ganadora de la categoría de mejor disco del año argentino de la encuesta que realiza el Suplemento NO De Página 12 haya sido una mujer, Marilina Bertoldi. Ella lo dijo en su descargo: es una encuesta donde se vota entre pares, sin presiones de productoras o disqueras y durante 30 años los hombres se votaron entre ellos porque no ven a las mujeres como iguales, de la misma manera que Palazzo no cree que pueda conseguir artistas talentosas para su festival. “Hasta ahora, la historia del rock argentino es la historia del hombre en el rock argentino” dijo Marilina, exponiendo lo que tantas artistas replicaron en estos días en las redes a partir de los dichos de Palazzo: nosotras estamos acá, el problema es que ustedes no nos quieren ver.

Pero Marilina está lejos de pretender un lugar pasivo y lo dejó bien en claro: “es el momento en en que nos empezamos a hacer ese lugar.” Y justamente de eso se trata el proyecto de Ley de Cupo Femenino y Acceso de Artistas Mujeres a Eventos Musicales, de darnos el lugar que merecemos, que nos corresponde y que nos siguen quitando. Porque en este punto, es imposible no acordar con Palazzo. Las mujeres han tenido “un papel distinto” en la historia del rock y de la música no sólo argentina sino también internacional. Pero ese rol no tiene nada que ver con una falta de “talento”, de artistas o de producción musical femenina. Se trata de años de exclusión, de discriminación y de violencia hacia aquellas mujeres que han intentado e intentan hacerse un espacio en el mundo de la música.

Basta mirar los line ups de los festivales de rock para darse cuenta de que el acceso a la difusión y los escenarios es restringido para las mujeres y artistas disidentes. Dentro de la grilla del Cosquín Rock, sólo formaron parte de los escenarios principales Miss Bolivia y Eruca Sativa. Es importante notar que la banda encabezada por Lula Bertoldi, utilizó su tiempo arriba de las tablas para sumar a más mujeres, como la Bruja Salguero, Sonia Álvarez y Kris Analiz. Otro tanto se repite en el caso de Rock en Baradero, que incluye menos de media docena de artistas mujeres o de bandas integradas por al menos una mujer.

Lejos de ser un problema único del rock argentino, la falta de representación de las mujeres en la música es un síntoma de una estructura patriarcal presente en otros países de Latinoamérica. El equipo de Ruidosa, un medio chileno dedicado a la difusión de artistas mujeres y disidentes, realizó por segunda vez un análisis de los principales festivales de Argentina, Chile, Colombia y México para medir la brecha de género en la industria musical y los números son contundentes: en ningún caso, la presencia femenina supera el 24% y este número se obtiene si se tiene en cuenta las banda mixtas, es decir, aquellas que cuentan con al menos una mujer en su conformación; si nos limitamos a las artistas solistas o grupos compuestos sólo por mujeres, el número desciende al 10%. Y falta un dato más, particularmente relevante: el país con mayor desigualdad es Argentina. Sabiendo esto, es negligencia no ver la urgencia de una Ley de Cupo que busca llevar ese porcentaje a un 30% (que queda humilde y benévolo si pensamos que las mujeres somos más del 50% de la población mundial).

¿Qué podemos hacer ahora que sabemos cómo son las cosas? En primer lugar, cambiar la manera en que elegimos, apoyamos y difundimos la música que escuchamos. Uno de los mayores argumentos que se leen por las redes en contra del cupo es la falta de convocatoria de las artistas mujeres. Basta mirar a músicas como Marilina Bertoldi, Sara Hebe o Miss Bolivia para saber que no es siempre así pero también hay que admitir que es necesario replantearnos dónde elegimos poner nuestra atención y nuestro dinero y empezar a asumir un rol más activo y, sobre todo, más crítico con nuestras elecciones musicales. Desde buscar un equilibrio de género en nuestra biblioteca musical hasta exigir que los festivales realmente se hagan eco de este reclamo y dejar de bancar a gente como Palazzo que parecen olvidarse que hay una revolución feminista en marcha y que ya no es posible mirar nuestro contexto, nuestras experiencias y nuestra cultura con los ojos del pasado.

Pero, por otro lado, es vital que los medios dedicados a la música asumamos la responsabilidad no sólo de dar voz a la lucha de las músicas argentinas por la igualdad de oportunidades sino también de generar contenido que refleje la diversidad que conforma nuestra escena musical. Las mujeres y las disidencias estuvieron siempre creando, innovando y marcando el camino para lxs que vienen y vendrán. Tendremos que revisionar la idea de que sólo hay «padres» de nuestra música y reivindicar a las pioneras como Mercedes Sosa, Gabriela Epumer, Fabiana Cantilo y tantas otras que forman parte de la historia de nuestra música, mal que le pese a los Palazzos y a los Calamaros.

Y, sobre todo, tenemos que difundir, reseñar y escuchar a las que están creando acá y ahora, a las que están empujando día a día los límites musicales, de género, de raza, de identidad sexual. Se lo debemos a ellas, a las que vinieron antes y a todas las nenas que pasan por una tienda de música y sienten que un instrumento no tiene nada que hacer en sus manos. Merecemos crear, merecemos jugar y merecemos soñar. Los escenarios fueron, son y serán nuestros. ¡Hagan lugar! 

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