Cómo es "Volumen 11", el nuevo disco de Calamaro


Andrés Calamaro es un artista prolífico con una libertad irreprochable. Varios años atrás se dio el gusto de producir un disco quíntuple y editarlo a través de una discográfica. También tiene esa volatilidad de compartir su cotidiano musical en la burbuja virtual: en su blog, en su momento en Twitter, o en un canal de Soundcloud. De qué manera: publicando íntimas zapadas o canciones inéditas que muchas veces pasan desapercibidas en el mundo de la música de mercado, en el que el Salmón también tiene un lugar incuestionable.
“Volumen 11” llega con reminiscencias del blues, aunque un blues solapado. Hay muy poco blues propiamente dicho pero es la referencia emocional y textual de la obra. Una contradicción que no deja de ser un homenaje, a su manera, a su gran amigo Pappo Napolitano y a tantos otros tantos artistas admirados por el ex Abuelos de la Nada. 
El nuevo material de Andrelo fue obtenido entre Buenos Aires y España. De la península ibérica surgen los aires de una intro rockabilly con “Apocalípsis en Malasaña”, una canción compuesta para una película del excéntrico bilbaíno Alex de la Iglesia, con fragmentos de la Biblia. En concreto sucede que todo comienza como quizás algún día termine: con el Apocalípsis. Pero enseguida llega “Frío y barro (segunda parte)” con un falsete que funciona como un cascarón que AC va rompiendo para rapear y regalar algunas frases con futuro en estados de WhatsApp.
Los teclados tienen su consistencia con la participación de Germán Wiedemer, el mismo de «Romaphonic Sessions», el anterior trabajo de AC a piano y voz. Hay un Wurlitzer (que toca Andrés) y el sonido sesentoso de un Mellotrhon en la balada “Rock y juventud”, además de las teclas del piano eléctrico en “Tan triste no es el blues” que más bien suena como un folk sureño. “No obstante lo cual” repercute porque el blues… El blues está, no abiertamente ni expuesto, pero está, sobrevolando en algunas frases y enseñanzas de Pappo y el recuerdo a los que ya no están.
La concesión de poder coquetear honores a sus amigos con crear canciones marketineras está presente en “La noche”: el hit difusión ganchero de “Volumen 11”. La melodía de “Palabras más, palabras menos” de Los Rodríguez queda dando vueltas en la canción más radiable del disco. Si bien hay guitarras y teclados (y un pegadizo “La noche y su colección de co co co”) es más un tango calamariano que un rockito. Otra con destino de FM es “Pánico en Benidorm”, un rock con un flotante riff ramonero.
El Salmón nunca se olvida del flaco Spinetta y recrea “Como el viento voy a ver” de Pescado Rabioso, y dispone una versión (para un disco tributo a Babasónicos) más lúgubre en su interpretación del bolero cínico de Adrián Dárgelos: “Mareo”, para que llegue su “Ecuador” del disco con “El huevo y la gallina”, un blues guitarrero que se arriesga en estos tiempos de inmediatez a darle pie a una segunda parte, en la que aparece nuevamente Norberto Napolitano con una versión salmonera de “Blues de Santa Fe”. El Carpo sigue allí en los acordes del blues folkeado “Hasta el cielo”.
Los arreglos clásicos de “Blues y orquesta” extrañan a Leonard Cohen y AC se muestra como el cantante putrefacto de “El Salmón” u “Honestidad brutal” en “Cazador de ateos” y “Las almas agradecidas”, un relato oscuro con rock de música de fondo. En esta parte del “Volumen 11” hay una atmósfera más dark también con “Vampiro torero”.
La ranchera tiene su momento en la lectura del clásico mexicano “Ojalá que te vaya bonito” y como para seguir haciendo lo que le plazca, Calamaro edita oficialmente una zapada jazzera (“Trujillo libre”) grabada en vivo en Perú.
Pappo, Dylan, Leonard Cohen, Spinetta y El Salmón son las referencias de este fecundo artista argentino que se rodea de grandes músicos para trabajar sus interesantes caprichos musicales. Calamaro engañó y desconcertó a todos con un corte como “La noche” para publicar un álbum completo y rico en texturas. Del 1 al 10 este es el «Volumen 11», todo un concepto inclasificable. Acá hay algo raro. Andrelo lo hizo de nuevo.