Benito Cerati, un artista en búsqueda permanente

Benito Cerati espera en un bar de Belgrano. Detrás de la ventana circula un tráfico violento de bocinas y motores que contrastan con la sensibilidad de su estampa. Parece flotar en el brillo de esas cosas inaccesibles que lo mantienen en secreto. Benito, el hijo de Gustavo. El artista que creció por su cuenta. El Principito que empezó a escribir a los cinco años y hoy lleva tres discos con Zero Kill -su banda- y dos nominaciones a los Gardel. El chico que parece levitar porque está en la búsqueda permanente. En esta charla explica cuestiones de la vida y de la muerte, lo que extraña de su padre y lo que le dejó. Porque hablar con Benito es sentir que lo auténtico siempre está pasando.

¿Qué hay de nuevo en la vida de Benito?

Siempre hay algo nuevo. Soy muy curioso y genero que me pasen cosas nuevas todo el tiempo. Me gusta explorar, ir de lugar en lugar a ver qué pasa. En lo profesional, con Zero Kill estamos cosechando todo lo que sembramos durante estos seis años de laburo; están apareciendo los primeros brotes. Eso es bueno porque uno trabaja un montón para que pase; con una nominación a los Premios Gardel -por Unisex, en el rubro Mejor Álbum de Rock Alternativo- y tocando mucho con un público cada vez más grande. Antes venía mucha gente pero que no tenían ni idea de lo que hacíamos. Ahora cantan los temas.

Van encontrando una identidad…

Es mutuo ese encuentro; tanto del público como de nosotros mismos como banda. Hay mucha gente que va a todos los shows. Se va definiendo un perfil de público que nos sigue. Eso está buenísimo y genera un ida y vuelta muy interesante.

Antes decías que sos curioso…

Soy muy de estar en una cosa metido hasta que de golpe eso se ramifica y me lleva a otros lugares. Apenas sé que existe algo, quiero saber de qué se trata. Eso me dispara la creatividad porque en cada lugar al que llegás aprendés algo, conocés gente y otras maneras de relacionarte, distintas miradas. Eso es super esencial: no hay que quedarse estancado. Siempre estoy queriendo hacer cosas diferentes.

¿Aportás esa curiosidad en los shows de Zero Kill?

Todo el tiempo. Al principio salía a tocar y era más miedoso. No me soltaba tanto. En el segundo disco fue más show como banda de rock. Con Unisex me pasa que cuando tocamos en vivo es todo tracción a sangre. También charlamos mucho con la gente.

¿Qué dice la gente?

De todo. Me piden canciones o preguntan por qué escribí tal tema o qué video estamos por sacar. Lo que yo quiero es liberar un espacio donde el público pueda decir cosas. Hay un momento del show en que les pregunto: ¿a quién no se bancan? les doy tres segundos para que lo piensen y les pido que griten ese nombre todos al mismo tiempo. Entonces escuchás desde el nombre de un ex novio hasta el de un político. Es un ejercicio de catársis; la gente se desahoga y después les toca bailar. Eso es lo que más me gusta, sobre todo cuando hay buen feedback que es casi siempre. No es lo mismo cuando te toca un público que mucho no te conoce y están todos de brazos cruzados mirando lo que hacés. Igual le ponemos lo mejor siempre.

Aparte la banda tiene momentos bien arriba…

Vamos variando. Tenemos momentos melancólicos y reflexivos. No me sale muy bien el estar continuamente en un estado de euforia. Necesito volver a mi interior para cargar energías. Soy introspectivo en términos jungeanos: necesito recargar para sacar para afuera. Hay gente que recarga en el afuera. Lo mío es al revés.

¿Qué hacés cuando estás solo?

Depende. A veces nada. Si tengo el tiempo prefiero estar como en un estado de meditación. Creemos que estamos solos pero esos momentos los ocupamos mirando una serie o el celular y eso no es tomarte un tiempo para vos, es seguir conectado con el afuera.

Hablando del celular, tenés mucha actividad en Twitter y generás polémica con tus declaraciones. Hay gente que te ama y otros que te odian…

Uno alimenta esas cosas. Son actitudes que tomás y cosas que decís que a unos les pegan de determinada forma y muchos no saben responderte más que atacando. Tal vez porque les tocás una fibra un poco sensible y en el fondo no tiene que ver con uno sino con el mensaje. Es imposible decir algo que lo acepten todos. Si uno está pendiente de eso no vive. Yo viví por muchos años con un bozal autoimpuesto. En mi familia siempre fui muy tímido y cuando me quité el bozal empecé a decir todo, incluso más de lo que tenía que decir. Hoy creo que me expuse demasiado con esto de las redes. Me quería mostrar pero me fui al extremo. Empecé a hablar de cualquier cosa y lo único que hacía era quedar como un intenso que no se callaba nunca. Pero bueno, tiene que ver con cómo me fueron pasando las cosas y no me arrepiento de nada. Ahora creo que encontré un punto medio y no necesito estar aullando mi opinión sobre cualquier tema.

¿En esa infancia tímida empezaste a escribir? ¿O la música llegó primero?

Las dos cosas a la vez. Aprendí a leer por mi cuenta antes de empezar el colegio. Otra cosa que aprendí en esos tiempos sin que nadie me diera instrucciones fue a nadar. Nadar y escribir se parecen; son dos actividades individuales, profundas y relajantes. Pero volviendo a la escritura, fue lo primero que me gustó hacer. La música era una cosa más de felicidad inmediata, que me ponía la piel de gallina. Creo que soy mejor escribiendo y cantando que hablando.

¿Recordás la primera vez que escribiste algo?

Tenía cinco años. Siempre fui una persona con un mundo interior muy grande y era mucho más de estar en ese mundo que afuera. Mamá y papá me compraron un libro con la tapa de El Principito, porque a mí me decían así, y ahí empecé. Me gustaba escribir en las reuniones familiares. Escuchaba las conversaciones de mis parientes y anotaba ideas o palabras que me gustaban. Después eso lo hacía canción en un grabador. Todo sin mucha coherencia pero captando palabras y conceptos.

¿Veías a tu papá y lo copiabas?

Creo que fue mi mayor maestro. Aparte crecí en una época en la que él hacía cosas más experimentales y ni siquiera agarraba una guitarra para componer. Me acuerdo que él decía: hace años que no toco una guitarra (risas). Crecí con un padre que hacía cosas diferentes a las que todos creen. Estaba mucho con las máquinas, los samplers y la computadora. Yo crecí fascinado con eso y mamé ese músico; es el que me gusta hoy, y sigo usando esas mismas técnicas que veía que él usaba en aquel tiempo. A veces me comparan y piensan en el anterior y no en éste que fue el menos exitoso. Yo viví ese. Mi raíz está ahí.

¿Tu música tiene que ver con esa etapa?

Si. También tengo cultura de rock, en el sentido de romper los esquemas. Para mí el rock más que con la guitarra o los instrumentos, tiene que ver con la actitud. El rock hoy está en otro lado.

¿En dónde?

En la gente que habla, dice cosas. El feminismo por ejemplo. Salir a hablar desde un lugar de lucha por causas justas. El rock siempre tuvo desde sus inicios la característica de la contracultura, del ser desafiante. Eso duró una década. Después se volvió mainstream. Más tarde hubieron apariciones como el punk o el hip-hop y hoy está en el discurso de las disidencias.

¿Qué grupos sentís que provocaron esas rupturas dentro del rock?

Los Sex Pistols, Joy Division, Nirvana. Falta un análisis de las letras de Nirvana y desde dónde hablaba Kurt Cobain. Otro quiebre lo generó Bob Marley con su mirada pacifista en el buen sentido. Me encantan esos artistas que dan una mirada fresca y revolucionaria para su época. Hay una cosa medio cíclica de la humanidad: establecer algo y romperlo. Es bueno estar del lado de los que rompen.

¿Vos querés generar una ruptura con tu música?

No lo hago de manera consciente. Pienso lo que a mí me nace. Lo que pasa es que miro lo que digo hace seis meses y capaz me parece una pelotudez. Cambio y voy evolucionando en mis pensamientos. No me gusta poner la bandera de: «soy un referente de algo» o «síganme a mi» porque a veces no soy ni referente de mí mismo. A mucha gente le gusta lo que digo, pero no del lado de que estoy bajando línea, sino que entienden la intención con la que lo hago; eso está bueno. Podés decír una burrada pero saben que lo decís desde un lugar de aprendizaje. A veces me dicen que soy la voz de una generación y pienso: hay gente de mi generación que no me banca. A otros les gustará lo que digo, pero no me consideran un referente. Cargar con ese peso al hombro no es algo real.

Vos no lo sentís así…

Es que no es cierto. Hay notas que me han puesto esos títulos de portador de una voz generacional y si supieran el desastre que es mi vida… (risas).

¿Un desastre interno y externo?

Todos tenemos desastres y cosas ordenadas. Le pasa a toda la humanidad. El que piensa distinto es una persona como uno. En vez de decir: «es el enemigo, lo odio», habría que ver qué pasa ahí.

¿Te ves desordenado?

No; creo que soy bastante coherente y bien armado. Siempre he tenido una misma esencia y sé cuál es. Cometí errores como todo el mundo y dije cosas por impulso. A veces me maquino con cosas que quizás no son ciertas del todo por mecanismos de defensa que uno tiene.

¿En el amor también?

Sí; conozco cuáles son mis límites: lo que tolero y lo que no. Cuando no tolero algo no hay segunda chance. Soy sagitario ascendente en aries. Me banco todo, ayudo y doy lo mejor pero hay dos o tres ítems que digo: acá no cruzo. Cosas básicas como poner en riesgo mi integridad. El tema de las drogas es algo muy sensible. No me gusta involucrarme con gente que se zarpa en eso. Ya lo viví en personas que quise y sé cómo es: la violencia que genera no me gusta.

Nunca te drogaste.

No. Nunca me metí en eso.

¿Cómo se maneja el poder de estar arriba de un escenario y que se te acerque gente y quieran estar con vos, conocerte, y cosas similares? ¿Cómo diferenciás aquel que viene con buenas intenciones?

Durante mucho tiempo pensaba: tal persona quiere verme porque soy Benito Cerati y eso no me gusta porque es como despersonalizar. Y ahora pienso todo lo contrario. Es como una ventana que yo mismo abrí para que otros se acerquen. Mucha gente llegó para conocerme y se dio cuenta que era una persona distinta a la que tenían en mente. Otros terminaron siendo amigos. Muchos se acercaron porque eran fans de mi padre. Antes me decían que era «el hijo de» y cuando me conocen, esa relación se invierte y dicen : «el padre de Benito es Gustavo». Cuando pasan esas cosas me generan mucha seguridad en mí mismo y lo que estoy haciendo.

Y tenés amigos variados por lo que contás…

Variados en pensamiento. Eso hace crecer a cualquiera. Las buenas personas no tienen que ver solamente con ideologías. Se trata de tener buenos valores. Sino caés en el narcisismo de los pequeños grupos.

¿Dejás que se formen groupies?

A mí me gusta que se formen grupos de personas que les guste la música que hago pero trato de ser lo más humano posible. A veces idealizo mucho a alguna persona y después me doy cuenta que es de otra manera y me decepciona; el problema ahí es mío porque yo fui el que puse falsas expectativas en alguien que no era como yo creía. Hay gente a la que le pasa conmigo porque no respondo a lo que quieren que sea, entonces se enojan y se frustran. No te podés hacer cargo de eso. Yo soy lo que soy y punto.

Es todo un tema la exposición…

Tiene que ver con la confianza en lo que estás haciendo. Por ejemplo, muchas veces me habían ofrecido hacer la tapa de la Rolling Stone y este año es la primera vez que acepto porque siento que ahora estoy en un momento que puedo llegar a defender lo que hago. Antes me guiaba mucho por lo que los otros pensaban de mí, o si les gustaba o no. Por suerte cambié rotundamente de pensamiento. Siento que también ser una boya no te va a rescatar nadie. Tenés que salir adelante por tu cuenta. Logré mucha confianza junto a un equipo muy sólido que está tan entusiasmado como yo. Estoy descubriendo mis verdaderas capacidades y me parece que está bueno mostrarlo. Después que a algunos les guste o no, es otra cosa. Uno tiene que estar agradecido por aquellas cosas por las que puede crecer.

¿Estás trabajando en un disco nuevo?

Todavía falta que terminemos de sacar algunos videos de «Unisex». Todos los temas tienen videos. Me encanta producir. Tengo alma de productor más que cualquier otra cosa. Me pasan muchas ideas por la cabeza y soy bueno para bajarlas. De repente veo en YouTube algún video de una idea que tuve que salió tal cual lo pensé y me sorprende mucho. Escuchar un tema y plasmar cosas que me vienen a la cabeza para hacerlo visual me parece increíble.

¿Qué tal te llevás con Leo García?

Es lo más. Nos llevamos bien y tenemos un concepto parecido de ponerle pasión a lo que hacemos. Es una persona muy sensible y musical. También compartimos neurosis ambos (risas). Hace un tiempo íbamos a las fiestas de electrónica solamente a escuchar música. Nos quedábamos al lado del parlante rodeados de gente empastillada y tratábamos de robar ideas. Nos divertía mucho hacer eso. Nos poníamos cerca de los parlantes a escuchar la música con atención. Éramos un grupo de gente muy chico que íbamos a lugares en donde la gente estaba vomitando en el piso y nosotros nos divertíamos sobrios. Ver gente borracha estando sobrio te da vergüenza ajena porque los ves ahí destruídos y te acordás de cuando lo hacías vos y pensás: yo esto no lo quiero hacer más.

¿Cómo fue ese momento en que decidiste darte a conocer como artista de forma masiva?

Yo me daba cuenta de que estaba en un proceso de mutación. En un punto fue sano y en otro quizás no tanto porque todo el mundo se dio cuenta de lo sacado que estaba. Por otro lado, si no hubiera sido así, lo hubiese hecho con mi familia, mis amigos y la verdad que no hubiese estado bueno porque capaz que acumulaba bronca y tiraba todo para afuera como en Twitter. En vez de agarrármela con mi familia y tener una rebeldía contra ellos, elegí otra cosa.

Pasó algo similar cuando contaste tu elección sexual.

Lo que pasó es que me fui politizando en ese tramo. Creo que también si uno no es sincero y empieza a importarle ciertas causas, sería como medio raro no decir lo que uno es. Cuando salí al mundo y me empecé a mover dentro del ambiente LGBTQ+ -que habrá sido en 2014- empecé a ver un montón de gente que tenía anécdotas de vida tremendas. En mi familia nunca tuve problemas con mi sexualidad. El que más se hacía problema en ese sentido era yo. Soy consciente de que nací en un lugar privilegiado. Me encontré con gente en situaciones tremendas de mucho dolor y angustia.

Fue más una charla con vos mismo.

Es algo que yo sentí necesario. No lo hice porque quería hacer ruido mediático. Empecé a ver que había cosas de humanidad que eran más importantes que la música que hacía. Después fueron temas que se colaron en lo que iba haciendo como músico.

¿A qué le tenés miedo?

(Piensa un largo rato). No sé. Al miedo. Ese es el único miedo real: tenerle miedo al miedo. Estoy chipeado con ese mecanismo de querer agradar todo el tiempo. Últimamente lo vengo controlando. Esa cuestión de si a una persona no le gustó algo que dije me preocupo por demás. No son miedos pero cosas que hay que trabajar para fortalecerse más. La exposición trae a flote cosas que no sabías que tenías o que estaban ahí. Nunca estás preparado para que mucha gente hable de vos y menos si lo hacen mal. Tenés que darle otra vuelta de tuerca a tu personalidad para bancarte eso. A mí me sobrepasó en algún momento. Lo estoy resolviendo de a poco. Cuando alguien en que confío me dice algo, me puede llegar a doler, pero siempre sé que si me lo dijo es porque algo de verdad hay ahí. Soy muy autocrítico. Me doy cuenta si me dañó el ego o es algo más profundo. Generalmente soy de tragarme el orgullo.

¿No le tenés miedo a la muerte?

No mucho (risas). No sé si tiene que ver con que soy joven. Encontré cierta espiritualidad en todo ese asunto. No creo que exista necesariamente un más allá. Cada uno tiene que encontrar su propósito en la vida. Esa espiritualidad la fui construyendo en base a lo que a mí me da sentido de diferentes credos: ya sea del budismo, del cristianismo o de otras religiones. Metí todo en una licuadora y armé mi propia creencia. Tampoco salí a decir: esta es la verdad lo es lo que hay que hacer. Entiendo que es algo propio, subjetivo, y en parte me tranquiliza.

Cantaste «Fuerza Natural» en el cierre del documental de tu padre que realizó Nat Geo. Eso tuvo algo de ritual…

Mirá, yo creo que en la vida todo tiene un propósito. Hubieron momentos en los que entendí que todo estaba conectado, inclusive con lo que ya no está en este plano. Nada deja de existir. Todo se está reciclando permanentemente. Un cuerpo pasa a ser parte de la tierra y quizás cuando me muera unos átomos míos pasen a ser los de un durazno, qué se yo. Todo sigue existiendo. Capaz mis átomos pasaron por otras personas de otras épocas y esté compuesto por miles de partículas de otros seres; eso es la vida. Si lo vemos en ese sentido, la muerte no existe, porque todo es un recicle constante. Quizás muera el todo, aquello que tiene consciencia, pero me intriga saber dónde termina. Capaz que parte de los átomos que forman mi dedo pasan a ser la materia de un edificio en el futuro. Por eso creo que las cosas tienen memoria.

¿Qué sentiste cuando cantaste el tema?

Comunión. Fue compartir algo con gente que para mí es muy importante. La gente del documental planteó la idea y la hicimos. Me gustó la idea. No quería que sea una cosa medio «We are the World», como final emotivo. Tengo mi propia forma de recordar y honrar y no es efectista. Estoy seguro que la sensibilidad y la honestidad llegan más lejos que el efecto inmediato buscado de manera artificial. No digo que no haya sido honesto lo que hicimos para Nat Geo, pero si yo hubiese sido el guionista hubiese hecho otra cosa. De todas formas se manejó super bien y todo lo que está contado es muy preciso, real y cuidado.

¿Qué te llevás de Gustavo?

Uno se lleva lo que recuerda y también se lleva lo que te dio la pérdida. La pérdida de seres queridos te hace crecer en muchos aspectos. Gracias a eso entendí varias cosas temprano. La gente que querés te enseña hasta cuando se muere.

Mucha gente piensa que tenés que ser un calco de él…

Lo que pasa es que la mayoría de la gente no me conoce. No puedo pretender que me quieran a mí de una. Sería muy narcisista. Que me vean parecido es una reacción lógica porque eran muchas personas la que admiraban a mi viejo. Yo me noto bastante parecido no sólo en la parte física, sino en pensamientos y de manera artística. Él tenía ese don de poder agarrar ciertos géneros y volverla pop, accesible. Eso es un don, algo que yo no tengo y que siempre voy a admirar de él. Yo agarro un género rarísimo y lo dejo así. Tampoco he intentado hacer lo que él hacía. Quizás me salga, pero no es lo que busco. Tal vez por eso Zero Kill no sea tan popular, porque no buscamos eso; somos más de nicho. Por eso tampoco estoy jodiendo todo el día con que a todos le tiene que gustar lo que hago. Mi rol no es ser popular.

Pensabas parecido a tus padres…

Mi rebeldía no pasó por pensar distinto de mis padres. Tal vez disentir en cosas más personales con ellos, como en algunas cuestiones referidas a sus roles de padre o madre. Cosas que las pienso y digo: esto no lo haría con mis hijos. Somos todos humanos. Mi viejo podía parecer un semi-dios, fue muy buena persona, pero tuvo errores como todo el mundo.

¿Pensás tener hijos?

No lo pienso por ahora. Me gustan mucho los niños en general. Tengo como una atracción natural hacia ellos. Si hay un grupo de gente con niños siempre soy el pibe al que se le quedan pegados los chicos.

¿Qué discos de los que hizo tu padre creés que tienen más puntos de encuentro con lo que vos hacés?

«Bocanada» es un punto de referencia. Un disco basado en el hip hop que es algo que me encanta y que está presente en mis primeros discos. También me pasa con «Plan B» y «Dynamo». Esa experimentación sónica es la que busco. Dynamo es uno de mis discos favoritos. «Siempre es Hoy» también me gusta mucho. En cambio, en la época de «Ahí Vamos» yo tenía trece años y no me gustaba para nada lo que hacía mi viejo. Ese disco lo tengo marcado como una etapa en la que no nos llevábamos muy bien, por más que yo haya colaborado en él. Yo empezaba a ser adolescente y mi viejo estaba desesperado por conectar conmigo.

Te gusta más su lado experimental.

Si, totalmente. Me acuerdo de verlo salir al escenario con la laptop y que le gritaran que agarre una guitarra y él se ponía mal. Después puteaba en casa. Mi viejo la pasaba genial experimentando. Yo pensaba: qué loco que la gente no lo deje hacer lo que él quiera. Ahora entiendo todo lo que pasó él cuando se separó de Soda Stereo y no lo dejaban hacer lo suyo. En un punto me pasa lo mismo a mí. No voy a cambiar lo que soy. Esa demanda popular me resulta un poco rara. No comulgo con eso. Tampoco por hacerme el snob sino porque mi búsqueda va por otro lado. No me interesa hacer un hit. De hecho a veces me salen y digo: «qué horror; esto no queda en el disco». Mis compañeros de banda se quejan porque dejo de lado los temas que más pegan.

¿Y qué hacés con esos temas?

Quedan ahí pero no los saco. Me imagino que pegan y tengo que tocarlos en todos los shows y la verdad es que no me voy a bancar eso. Lo fácil me deja de gustar de muy rápido. Lo único que quise en mi vida es hacer discos y probar cosas. Este disco es más rockero. Me gusta mucho la música clásica, el punk, el funk, la música arábica; quiero llegar a probar todo y tener registro de eso.

Antes hablamos de la vida y la muerte. ¿Qué pensás de la conciencia?

No sé. Hay gente que dice que es una combinación de químicos. Habrá que ver. No está descubierto de manera fehaciente y estoy diciendo boludeces (risas). Capaz sea una forma de combinaciones que tiene nuestro cerebro y deja de existir cuando nos morimos.