Acorazado Potemkin: artillería pesada en el Caras y Caretas

El trío conformado por Juan Pablo Fernández, Federico Ghazarossian y Luciano Esaín abrió la temporada de conciertos Rebeldes, soñadores y fugitivos en la sala Caras y Caretas de San Telmo. Un recital de larga duración con joyas de toda su carrera, acompañados por invitados y un público que acompañó la intensidad que bajaba del escenario.

Acorazado Potemkin es de esas bandas difíciles de describir. Si alguien pregunta qué hacen, la respuesta inevitablemente va a incluir el sintagma rock, aunque seguramente seguido de un pero no del que usted se imagina. El Acorazado abraza con potencia distorsiva condimentos de rock clásico, sazonado al pasar con dejos arrabaleros en una poesía que narra la ciudad, el (des)amor, la (in)justicia social y la sociedad, y dispara letras y fraseos que se agolpan por salir, que se apuran por ser dichas. La cadencia armónica aunque potente y gravosa de la voz de Juan Pablo Fernández duplicada con insistencia por la fuerza de Lulo Esaín desde la batería sintetiza buena parte del sonido original de los Potemkin: definirlo como un tradicional voz y coros no permite ver cuánto hay de complemento, cuánto hay de voz única del Acorazado en esa suma de voces. La  estridencia de la viola de Fernández y el power de Esaín desde la bata se complementan con las pisadas fuertes del gigante Federico Ghazarossian, que reniega tácitamente de la figura inmóvil del bajista estándar y a lo largo del show sus huellas están por todo el escenario, merced a sus saltos y patadas al aire mientras sus frecuencias bajas cimbraban las paredes y los huesos de toda la sala.

El show de Acorazado Potemkin se dio en el marco el ciclo Rebeldes, soñadores y fugitivos: de la radio al escenario, proyecto nacido de la cabeza de Eduardo Fabregat, periodista responsable de, entre otras cosas, poner la escena under en la agenda de medios masivos vía Página/12 y AM750, radio en la que se emite el ciclo RSyF. Es la segunda oportunidad en que los Potemkin habitan la sala Caras y Caretas de San Telmo en el marco del mismo ciclo: la primera acompañados por Guillermo Pesoa y la Familia Nuclear, esta vez solos. Aunque solos es una manera de decir: entradas agotadas para la bella sala de Venezuela 330, un público fiel que coreó clásicos como Desert, Lengua Materna y Miserere y futuros clásicos que son parte de su último disco Labios del Río (2017) como Santo Tomé y su escenificación de la violencia en la triple frontera, o Mundo lego, con letra de Josefina Saffioti, una mezcla de ansiolíticos, sienes apretadas y desahogo en forma de balada rock. La compañía fue más familiar aún con el desfile de invitados en el escenario: voz y flauta traversa de Juliana Moreno en Flying Saucers y Dos de nosotros, recreando su participación en Labios del Río; Beto Siless haciendo lo propio con Miserere y Flopa Lestani, nuestra heroína de la escena independiente, como la definió Fabregat, poniendo el cuerpo en La Mitad para cerrar un show de dos horas repartidas en 26 canciones.

El cierre de su primer bloque de cuatro canciones pareció un aviso. “No será una noche más”, reza Sopa de alambre, primer corte de difusión de Labios del Río, y puede asegurarse que lo cumplieron. Lejos de ser una nueva presentación de su última placa, Acorazado Potemkin hizo delirar a los concurrentes con una lista repartida en cantidades justas de piezas de sus discos Mugre, aquel momento inaugural de la criatura en 2011, y Remolino, de 2014, con el cual consolidaron sonido y presencia en la escena. Escena que conocen como si la hubiesen fundado: Acorazado Potemkin es sin quererlo un supergrupo de viejos militantes del under local. Revisar las huellas de cada pilar de este power-trío post-punk nos devuelve nombres como Los Visitantes, Don Cornelio y la zona, Me Darás Mil hijos, Pequeña Orquesta Reincidentes y Valle de muñecas, entre varios grupos más e los que Lulo Esaín, Juan Pablo Fernández y Federico Ghazarossian fueron parte. “No somos los mismos, no se puede ocultar”, lanza la voz acorazada en Las Cajas: no hay una repetición de lo conocido, hay pura fuerza siempre naciente en los Potemkin y en la artillería que estalla en el escenario.

“La banda que hay que ver”, sintetizó Eduardo Fabregat. Y ahí hubo un público de jóvenes, niños y otrxs jóvenes de espíritu para disfrutar ese sprint final de infaltables con A lo mejor, Carbonera, Rosarino y El pan del facho, antes de los bises que dieron la despedida definitiva con  la balada Hablar de vos y La Mitad, dejando zumbidos en los espectadores empapados de sudor y cerveza derramada en el pequeño pero intenso pogo acorazado, que se plegó también al hit veraniego con un “Mauricio Macri la puta que te parió”, corregido por unos pocos por “la yuta que te parió” y mutando en un definitivo “Acorazado, qué banda que lo parió”. Suscribimos.